Acta Académica, 66, Mayo 2020, ISSN 1017-7507

De poetas y armas

Of poets and weapons

María Belén Alegría-Chamorro*

Resumen:

Nicaragua, una pequeña nación centroamericana marcada por una tortuosa historia de conflictos armados, ha logrado engendrar, a pesar de sus dificultades, poetas y escritores de gran valor literario. Estos poetas, armados de plumas y muchas veces también de rifles, denunciaron los errores del siglo y cantaron por la esperanza de paz. Este trabajo se centrará en hacer un recorrido por los movimientos literarios en Nicaragua y su relación con los conflictos bélicos y políticos hasta la Revolución Sandinista de 1978. Se expondrá cómo las letras expresaban el sentir popular y cómo se usaron para moldear la historia de la nación.

Palabras Clave: LITERATURA NICARAGÜENSE - VEHÍCULO DE PROTESTA - DICTADURA - REVOLUCIÓN SANDINISTA - MOVIMIENTO LITERARIO - REGÍMENES POLÍTICOS - ANASTASIO SOMOZA GARCIA

Abstract:

Nicaragua, a small Central American nation characterized by a tortuous history of armed conflicts, has been able to produce, despite its difficulties, poets and writers whose literary import remains valuable. These poets, armed with pens and sometimes rifles, denounced the errors of their time and sung for the hope of peace. This work is a survey of the literary movements in Nicaragua and their relationship with the political and military conflicts until the Sandinista Revolution of 1978. It will delve upon how the literary arts expressed popular feeling and how they were used to shape the history of the nation.

Keywords: NICARAGUAN LITERATURE - MEANS OF PROTEST - DICTATORSHIP - SANDINISTA REVOLUTION - LITERARY MOVEMENT - POLITICAL REGIME - ANASTACIO SOMOZA GARCIA

Recibido: 24 de enero 2020

Aceptado: 13 de marzo 2020

Recorrido histórico de la literatura política hasta la revolución somocista y sandinista

A partir de la independencia de la corona española en 1821, el pueblo nicaragüense fue asolado por incontable guerras civiles y conflictos políticos. La historia de Nicaragua comenzó con el período conocido en la historia como «La Anarquía» que concluye hasta 1857 con la Guerra Nacional Antifilibustera, su nombre deriva de la profunda crisis social y política producto de numerosos conflictos dentro del territorio. Estos fueron 35 años en los cuales subieron al poder 40 distintos líderes y hubo incontables intervenciones militares. Destacan conflictos entre León y Granada, principales centros culturales nicaragüenses, por hegemonía política; dos golpes de estados, cinco guerras civiles, invasiones inglesas desde el Atlántico, conflictos armados con otros poderes centroamericanos y rebeliones internas. Fue una época de gran inestabilidad política y de violencia organizada entre clases sociales. Mientras la aristocracia leonesa y granadina se enfrentaba en luchas por supremacía, el territorio nicaragüense se encontraba en condición de atraso con respecto a otras naciones al momento de desligarse de la colonia española. Esto, además de la fragmentación territorial, incitó a poderes extranjeros a probar su suerte por conseguir influencia política, militar y económica. Una de las principales invasiones extranjeras fue la invasión filibustera entre 1855 y 1857 y liderada por el estadounidense William Walker. Para 1856, el coronel Walker llegó a ser presidente de Nicaragua hasta que, junto a los gobiernos de Guatemala, Honduras y El Salvador. El país finalmente se unió bajo un sentimiento nacionalista y le declaró la guerra que culminaría con la capitulación y deserción de las tropas filibusteras en 1857. En 1860 capturaron a Walker y lo fusilaron en Honduras.

Las letras nicaragüenses entonces comenzaron a tomar un rol importante porque por medio de ellas se forjaron las bases de una nación democrática y unificada dentro del período conocido como el «Período de los Treinta Años». En 1858 se redactó y ratificó la primera constitución política que daría forma al gobierno. Así, la capital de Nicaragua se asentó en Managua para poner fin a las rivalidades entre Granada y León. El «Período de los Treinta Años» fue momento de relativa paz a pesar de que no cesaron las confrontaciones internas y externas. Conscientes del rol del ejército en los golpes de estado, hacia 1867 se adoptó el primer Código Militar y poco después se publicaron códices de conducta y deberes del soldado entre otras medidas para limitar al ejército.

Desde el punto de vista artístico, Nicaragua, aunque fue un distinguido centro cultural durante la colonia, no produjo material de valor durante sus primeros años de independencia porque los miembros de las clases eruditas se encontraban ocupados en labores militares o políticas. También, la mayoría de la población era analfabeta y se ocupaba participando dentro de la guerrilla. Ahora bien, la literatura nicaragüense comenzó con el maestro Rubén Darío, quien nació en 1867 en un pueblo rural norteño de Matagalpa dentro del contexto del Período de los Treinta Años. Se trasladó a León y allí recibió su formación. Pronto se distinguió por su talento y desarrolló su carrera como periodista, poeta, y crítico desde el exterior. A pesar de que su estilo era eminentemente universalista, es decir, que su temática se centra en problemas o intereses que conciernen a toda la humanidad y no específicamente a un pueblo o cultura, no tardó en fijar su atención en la situación de Nicaragua. Rubén Darío marcó la pauta para el resto de autores nicaragüenses en estilo y temática. Si bien la situación política de Nicaragua casi siempre fue convulsionada, la literatura fue un fuerte instrumento de ideas y críticas aun en medio de guerras y confrontaciones civiles.

Ya se ha dicho que la literatura nicaragüense comenzó con la obra poética y narrativa de Rubén Darío, quien siempre se mantuvo al margen de los aconteceres políticos. Durante su vida, por ejemplo, Nicaragua atravesaba la revolución liberal liderada por el coronel José Santos Zelaya, con quien tuvo una relación cordial a pesar de que la vertiente del gobierno era crear un estado totalmente militarizado. De esta forma, aprovechó algunas ocasiones para exponer sobre el deber del estadista y el horror de la demagogia política sin nunca, a pesar de todo, expresarse directamente sobre el acontecer histórico-político de Nicaragua. Luego escribió de forma anónima y dedicó algunos poemas a su opinión política. Bajo la firma de Tácito escribió para un periódico de Guatemala en 1891 «…Como liberal sincero propongo a mis correligionarios que nuestro partido imite…a los partidos de los países adelantados en prácticas políticas». Si bien se refiere a Europa como países adelantados en prácticas políticas, invariablemente también se refería a los Estados Unidos, que ya adelantaba a los países centroamericanos en prácticas democráticas. Sin embargo, no cabe duda que su admiración era cautelosa y un poco reservada. Su poema «A Roosevelt» en su obra poética Cantos de Vida y Esperanza denuncia el entrometer económico, político y cultural estadounidense en los pueblos soberanos al sur. En el poema «Lamed» en Salmo de la Pluma, Darío escribe:

Temblad, temblad, tiranos, en vuestras reales sillas. Ni piedra sobre piedra de todas las Bastillas mañana quedará.

Tu hoguera en todas partes, ¡oh Democracia!, inflamas; tus anchos pabellones son nuestras oriflamas, y al viento flotan ya.

Rubén Darío murió en 1916.

Entre los seguidores del modernismo literario inaugurado por Darío, solo el postmodernista Salomón de la Selva se desligó del universalismo y utilizó su obra para hablar sobre el acontecer de la época. Se había formado en los Estados Unidos, en donde comenzó su carrera literaria. Sin embargo, esto no fue un impedimento para denunciar el intervencionismo de aquella nación, cuyas tropas ya violentaban la soberanía de Nicaragua. Su principal obra, si bien concentrada de inquietud social en el contexto de la Primera Guerra Mundial, es un poemario en el que describe los horrores que presenció mientras servía como soldado británico. Además, El Soldado Desconocido, publicado en 1922, fue una obra de sensibilización que influiría a los exponentes literarios del vanguardismo, pues fue de la Selva quien abrió la puerta a una forma de expresarse mucho más directa y mucho más interesada por el regionalismo. Publicado de forma póstuma en 1985, Salomón de la Selva también exploró el tema de la guerra con su obra La guerra de Sandino. Siempre dentro de la línea de la novela histórica escribió en 1942 otra novela, La Dionisiada, sobre el tema de la revolución liberal de José Santos Zelaya acontecida a finales del siglo XIX y de la cual se ha hecho referencia.

Como reaccionarios ante las pautas vigentes en la estética literaria, los autores de la vanguardia literaria fijaron su interés en las condiciones y contexto propios de la época, es decir, se alejaron del universalismo para centrarse en el regionalismo, el cual liga la literatura a los acontecimientos históricos de un lugar o cultura. Asimismo, se comenzó a asociar el modernismo con las burguesías conformadas por la aristocracia leonesa, los finqueros, y los comerciantes. Estos grupos apoyaban y propiciaban el intervencionismo de los Estados Unidos en Nicaragua, quien en ese momento ya pasaba por la segunda etapa de esta política. Concretamente, en Nicaragua, el vanguardismo se dio entre la élite granadina durante la instauración de la dictadura somocista y el incipiente movimiento reaccionario sandinista. El movimiento de vanguardia surgió inicialmente gracias al deseo de una identidad nacional y tradicional. Para este fin y para fomentar la paz que lo haría posible, surgió el deseo de un líder a largo plazo quien garantizaría estabilidad en Nicaragua. Así subió al poder el dictador Anastasio Somoza García. Más adelante, algunos autores vanguardistas se desligarán de este pensar y fijarán su atención en la problemática social interna de Nicaragua, que ya bullía entre ideologías.

Manolo Cuadra fue uno de estos defensores de la dictadura somocista que luego pasaron a militar desde el flanco sandinista. Se enlistó en la Guardia Nacional y luchó contra las fuerzas de Sandino, ocasión que le servirá para escribir un libro de cuentos en 1942 llamado Contra Sandino en la montaña, que se ambienta en la guerra sandinista entre 1927 y 1933. Sin embargo, esta experiencia le serviría para gestar una conversión política que culminó en la aceptación de la izquierda, de la lucha obrera y del ideal sandinista. Desde entonces se destacó por su férrea crítica del régimen dictatorial de Somoza García. En 1945 publicó una novela satírica llamada Almidón en la cual con tono irreverente caricaturiza al régimen, al dictador y a la Guardia. Sus censuras le valieron una vida sin hogar, alejado de su familia, y con muchos episodios de cárcel y tortura. Finalmente, y publicado luego de su muerte, aparece una compilación de ensayos que contienen la misma línea de pensamiento. Dentro de El gruñido de un bárbaro, Manolo Cuadra comienza en 1955 uno de sus ensayos de esta manera:

Desde Aristóteles, los pueblos entran a la cultura por la política, o se detienen en sus umbrales, paralizados por la barbarie. Roma y Athenas en el pasado, como hoy Washington y Moscú, fueron metrópolis esencialmente políticas. Hay un falso concepto de la política porque, desgraciadamente, esta actividad científica ha pasado a manos de ignorantes condicionados y arribistas inmorales.

A propósito de Roma, en 1961 apareció en Managua una compilación poética de Ernesto Cardenal llamada Epigramas. Tras la labor de traducir al español los famosos epigramas de los autores latinos Marcial y Catulo, Cardenal percibió que la sátira poética se adaptaba bien a la situación nicaragüense de la época.

Aquí un ejemplo:

Me contaron que estabas enamorada de otro

y entonces me fui a mi cuarto

y escribí ese artículo contra el Gobierno

por el que estoy preso.

En sus epigramas habló de temas políticos y se burló de las costumbres de la élite con el filo y picardía que enloquece al joven nicaragüense conmovido por las promesas igualitarias de los comunistas. Por ello llegó a ser admirado por la juventud sandinista. En 1964 también publicó Salmos, que es una composición poética que evoca los males del capitalismo, el totalitarismo y las guerras. Este es una evidente crítica al mandato del entonces dictador Luis Somoza Debayle, hijo de Anastasio Somoza García. Ernesto Cardenal, por ser un sacerdote ordenado, se vale de figuras bíblicas y proféticas para agregar dramatismo a su conocida y respetada obra. En 1972 publicó además su poema Canto Nacional, consiste es un canto de alabanza a Nicaragua en donde elogia su extensa y colorida fauna y flora, pero, de igual forma, habla de su historia bélica, la injusticia y la desigualdad social. Es un homenaje al Frente Sandinista, a quienes veía como un grupo de agentes de cambio, aunque realmente era una guerrilla que se preparaba para el golpe de estado de 1979.

Durante la dictadura somocista surgieron muchas voces en protesta. El tema de la intervención norteamericana, tan recurrente en Nicaragua y durante la dictadura, fue el tema central en la novela Sangre en el trópico del periodista de oficio Hernán Robleto, quien la publicó en 1930, aún bajo el régimen de Somoza García. Robleto también escribió, entre otras, la novela Los estrangulados en 1993, en la que favorece el regionalismo y denuncia el intervencionismo.

Un personaje importante en la historia y literatura de Nicaragua fue el también periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal. Él fundó el periódico independiente La Prensa como un vehículo de fuerte crítica ante la dictadura. Sus publicaciones muchas veces le llevaron a la censura, el destierro y la cárcel. A pesar de aquellas represiones logró publicar un libro en 1957 de nombre Estirpe Sangrienta: Los Somoza. Este es un libro de testimonio que relata sobre las crueles torturas a las que fue sometido durante sus estadías en la cárcel. El libro se convirtió en un importante eslabón en la literatura nicaragüense por reflejar la persecución hacia los valores de la justicia y la democracia. Don Pedro Joaquín Chamorro fue asesinado en 1978 y su muerte fue instrumental para el derrocamiento de Somoza Debayle y la instauración del Frente Sandinista, liderado por Daniel Ortega, en el poder.

Para 1964, las letras latinoamericanas ya se veían influenciadas por el boom que se llevaba a cabo en Sudamérica. Los autores de esta generación buscaban nuevas formas de expresión y nuevos géneros. Así fue con Los monos de San Telmo, publicado en 1963 por en donde Lizandro Chávez explora el género de narrativa corta. En Nicaragua, autores como Pablo Antonio Cuadra ya habían explorado este género en sus estudios de leyendas y narraciones populares. No obstante, Lizandro Chávez Alfaro fue el primero que logró que sus cuentos cortos obtuvieran proyección internacional. Uno de sus cuentos llama la atención por su contenido crítico ante el régimen del miedo instaurado por Somoza Debayle: «El zoológico de papá». En él figura el hijo adolescente del dictador, a quien se le ha investido con un grado militar. El cuento relata cómo este ordena a un guardia a hacer que un puma devore a un preso político recluido en la misma jaula. Es una crítica al ejercicio arbitrario del poder y a la deshumanización.

Otro de los fuertes críticos de Somoza fue el joven universitario Fernando Gordillo, quien vivió de primera mano las represiones de la Guardia Nacional hacia los estudiantes universitarios. Fernando fue un fuerte creyente en los ideales del Frente Sandinista y escribió elegías a sus compañeros muertos en las revueltas. Fue un seguidor del boom latinoamericano y logró compilar antes de su muerte un grupo de narraciones y cuentos breves dentro de la misma temática de la guerra llamados Los cuentos de Gordillo. Estos, al igual que sus poesías, están teñidos de sarcasmo y crítica ante la falta de cultura y humanidad de la dictadura. Finalmente, en Breves notas para un ensayo sobre el sandinismo publicado en 1966 expresó el sentir de la juventud de la época, harta de los atropellos de la dictadura, señalando que Sandino fue un auténtico representante del patriotismo nicaragüense. El joven murió poco después.

Escrita entre 1973 y 1975 durante la transición entre dictaduras marcada por duros vaivenes políticos y fuertes represiones, la obra del aclamado autor nicaragüense Sergio Ramírez: ¿Te dio miedo la sangre?, también denunció los horrores que se vivían. Es una narrativa que describe los destinos de personas comunes que se enfrentan al régimen de Somoza Debayle. Por lo que captura su heroísmo y su esperanza en el fin del régimen. En su obra los protagonistas son todos disidentes civiles y militares tomados de la vida real, pero representados con el arte de la técnica de ficción.

La obra, publicada en 1978, le ganó un puesto como finalista ante el premio Rómulo Gallegos.

Uno de los más grandes aconteceres políticos en la historia de Nicaragua fue la Revolución Sandinista en 1978. Es importante hacer una aclaración: para esta fecha, aunque el Frente Sandinista de Liberación Nacional tomaba por héroe a Augusto Sandino, nunca fue este su fundador. El pensamiento de Sandino fue uno de exacerbado patriotismo, la lucha por la identidad nacional y un fuerte resentimiento contra las intervenciones estadounidenses que intentaban borrar aquello. Sandino nunca se involucró con las corrientes marxistas y leninistas vigentes de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial, y la falta de sistematización en su pensamiento dio lugar a variadas interpretaciones sobre su posición antiimperialista. Fue hasta 1961 que tres jóvenes guerrilleros Carlos Fonseca, Tomás Borge y Silvio Mayorga se unieron para formar el Frente de Liberación Nacional, que solo hasta al año siguiente incluyó el condicionante Sandinista. Los tres caudillos mencionados pertenecían al Partido Socialista Nicaragüense, el cual admiraba a la Unión Soviética y sus tácticas leninistas. Sin embargo, era un partido que, a instancias de Stalin, había recomendado a los partidos comunistas nacionales a colaborar con gobiernos antifascistas, había moderado su posición con respecto a la dictadura somocista. Este relajamiento causó que sus más jóvenes y reaccionarios miembros se unieran para formar una nueva alianza armada. El FSLN adoptó a Augusto Sandino como un símbolo que atraería a cualquier nicaragüense que se opusiera a la dictadura somocista. Su fuerte nacionalismo y su resentimiento ante la influencia estadounidense fue reinterpretado como una expresión del antiimperialismo bajo la concepción leninista. A través de él, el FSLN propuso al nicaragüense no una ideología extraña, sino una propiciada supuestamente por un héroe nacional. Bajo este estandarte prometían la redistribución de bienes, la justicia social y la identidad nacional. Pero la realidad es que el FSLN era un partido marxista-leninista que se disfrazaba bajo apariencias de democracia y esto fue demostrado cuando surgió al poder por voto popular en 1979.

Así las cosas, la década de los ochenta fue marcada por violentas conmociones sociales y la guerra civil más cruenta que ha visto la historia contemporánea de Nicaragua. Mientras se instauraba un nuevo gobierno que hizo desde cero la estructura política y social, los poetas se silenciaron cuando el objeto de su denuncia no existía más. En su lugar aparecieron numerosas poetizas, muchas de las cuales identificaban la liberación nacional con la liberación de la mujer. Unas pocas como Gioconda Belli en su obra De la Costilla de Eva en 1986 y Línea de Fuego en 1978. Daisy Zamora con su obra En limpio se escribe la vida en 1988 y Rosario Murillo con dedicadas obras políticas como Un deber de cantar en 1981; prestaron su pluma a relatar sobre los aconteceres políticos de la época. Hubo muchas autoras que cantaron a los placeres de la sensualidad y libertad.

El silencio en la literatura política se debe a que posterior a la revolución sandinista de 1978 todos los partidarios de los Somoza huyeron al exilio. Así, el Frente Sandinista celebró su victoria sin opositores. Fue una época de esperanza. Sin embargo, el júbilo luego desembocó en un gran descontento al prever que los nuevos líderes llevarían al país por lineamientos comunistas y dictatoriales. Se empezó a gestar un movimiento contrarrevolucionario que se levantaría en armas en el año 1987 contra el gobierno del FSLN. La contra fue conformada por antiguos miembros de la Guardia Nacional, disidentes políticos exiliados y las fuerzas militares brindadas por el presidente estadounidense Ronald Reagan, quien se había propuesto erradicar los regímenes socialistas en América. La Guerra Civil de 1987 desestabilizó la sociedad entera de Nicaragua. Hubo miles de exiliados que huían del servicio militar forzado y del proyecto de alfabetización forzada. Ciertamente, las luces intelectuales en Nicaragua se apagaron ya en la lucha o en el destierro.

Las letras de una nación no pueden sino reflejar el sentir del contexto en que se escriben. La guerra y la revolución nunca fueron el clima propicio para su desarrollo y perfeccionamiento. Por ello, la literatura nicaragüense tiene un corto recorrido. Inició con Rubén Darío, quien se mantuvo al margen de la política de su país y quizá por ello logró sobresalir en su labor, pero no han surgido poetas que se le comparen. Durante la dictadura somocista, período de descontento, pero de paz, nació el movimiento de vanguardia que se dedicó a la denuncia social y política. Incluso dentro del inestable contexto del boom algunos autores acogieron las técnicas y estilos del movimiento. No obstante, durante la revolución sandinista, las artes literarias entraron en relativo declive. No faltaron poetizas que cantaron sobre el ámbito doméstico y la liberación femenina. Sin embargo, tras los tanques de guerra, rifles y la fuerte represión sandinista el desarrollo artístico entró en pausa solo para ser reanudado tras el cese de fuego y la restauración democrática en 1990.

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* María Belén Alegría Chamorro, Estudiante de bachillerato en filología española, Curridabat, Costa Rica, Universidad Autónoma de Centro América (UACA), teléfono 7202-7082, Correo electrónico mabelen601@hotmail.com