Friedrich A. Hayek: la siguiente construcción para el gigante

Resumen

La libertad que todavía toma en serio la mayor parte del pueblo británico -aparte de la libertad de escoger el propio gobierno- es la libertad para decir y escribir lo que uno quiera decir y escribir: la libertad de expresión. Todo intento estatal de violar libertad genera de inmediato una tormenta de reprobación. Puede confiarse en que los medios de difusión masiva tronarán poderosamente en su defensa, porque esta libertad particular ocupa todavía un lugar casi sagrado en el panteón de los derechos humanos y suscita una fe y un fervor casi religiosos. En este sentido, por lo menos, puede afirmarse válidamente que la libertad es todavía un principio vigente, un principio por el que muchas personas estarían dispuestas a morir.

¡Magnífico! Debemos agradecer las pequeñas mercedes, y dar gracias a Dios de que exista por lo menos un área de la conducta humana donde se considera vitalmente valiosa la libertad, ya no digamos esencial. ¿Pero por qué sólo en esta área? En una época en que el Estado puede interferir en todas las demás áreas y controlarlas ampliamente, ¿por qué se ha destacado esta área particular como especialmente digna de defensa?

La respuesta tradicional es que la libertad de expresión es extremadamente importante, el padre y la madre de todas las demás libertades, la única que realmente importa. Me resulta muy difícil aceptar esta proposición/excepto en circunstancias que ciertamente no se dan ahora. Si pudiéramos suponer que la libertad de expresión se usará siempre para proteger otras libertades, que quienes usan el derecho de describir lo que deseen defenderán el derecho de los demás a hacer lo que deseen, tendría alguna validez la noción que dependen todas las demás.